Cierta vez unos niños salieron a
pasear al campo por la mañana, se llamaban: Lucía y Joaquín, eran hermanos. Mientras jugaban, vieron un oso muy grande y se
acercaron a él. El oso gruñó tuvieron miedo, salieron disparados pero el oso les dijo: “¡Tranquilo muchachos,
no se muevan!”, los niños le hicieron caso. El oso se acercó y le dijo
“¡Hola!”, pero la pequeña Lucía, asustada le dijo: “¡Vámonos nos va a comer”.
Pero el oso dijo: “Quiero ser su
amigo”, los niños le creyeron y se pusieron a conversar. Mientras se
entretenían, y el oso jugaba por el bosque, apareció una gran víbora que
persiguió a los niños. El oso cuando fue
a buscarlos los encontró peleando con el reptil y lanzándole piedras, el oso
ayudó a espantar a la víbora. La víbora astuta, se hizo la muerta, como si le
hubiera caído una piedra.
Los niños curiosos de ver a la
víbora tirada, se acercaron hacia ella, pero la serpiente despertó, asustó a
los niños y el oso cansado tuvo que ir a defenderlos. Agarró a la serpiente del
cuello y la aventó contra un palo. Pero la serpiente, no se iba y quiso morder
a Joaquín. Pero el oso, con mucha furia,
cogió a la víbora de la cola, la golpeó muchas veces contra el suelo hasta
desmayarla y dejar que escape.
Los niños vieron al oso cansado
y lo curaron, tiempo después, le
llevaron comida, y se dieron cuenta que durante la pelea entre el oso y la
víbora, el oso tenía varias mordidas en las patas. Pasaron los días, el oso se
fue mejorando y los hermanitos decidieron regalarle una casa.
-
Osito, esta casa es tuya-, le dijo la niña. El
oso les agradeció mucho, y todos los días fueron a visitarlo a casa, y fueron muy felices.
Autor: Nilser Romero Medina
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